En la vibrante ciudad portuaria de Busan, las esperanzas y tensiones convergieron durante las últimas negociaciones del Comité Intergubernamental de la ONU (INC-5), destinado a diseñar un tratado jurídicamente vinculante contra la contaminación por plásticos. Estas discusiones, marcadas por posturas encontradas y urgencias apremiantes, representan un punto crítico para la humanidad en su lucha por un futuro más limpio y sostenible.
Una crisis en cifras
El panorama es alarmante. Cada año, el mundo produce aproximadamente 460 millones de toneladas de plástico, de las cuales menos del 10% se reciclan eficazmente. A este ritmo, se estima que la producción de plástico podría triplicarse para 2050. En los océanos, donde ya flotan más de 150 millones de toneladas, el plástico amenaza con superar en número a los peces en ese mismo año, según la ONU.
La situación es igualmente preocupante en tierra firme. Estudios recientes han detectado microplásticos en el agua potable, el aire y alimentos básicos como la sal y los productos frescos. Incluso han sido encontrados en leche materna, lo que subraya su impacto en las generaciones futuras.
Con una producción anual de 460 millones de toneladas de plástico, el problema es tan vasto como tangible. El Secretario General de la ONU, António Guterres, advirtió sobre un escenario catastrófico para 2050: océanos con más plástico que peces y microplásticos invadiendo la sangre humana con efectos desconocidos.
“Es una crisis de salud, de ecosistemas y de justicia intergeneracional,” afirmó Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El Momento de la Verdad
La presión internacional para lograr un tratado integral es evidente. Más de 170 países y 600 organizaciones asistieron a la reunión, mientras voces influyentes como la del presidente surcoreano Yoon Suk Yeol apelaron a la responsabilidad colectiva. Sin embargo, el optimismo se vio empañado por divisiones fundamentales.
Entre los temas más polémicos destacaron:
- La producción de plásticos: Más de 100 naciones, lideradas por Panamá, propusieron reducciones drásticas. En contraste, productores de petróleo, como Arabia Saudita, abogaron por centrarse en la gestión de residuos.
- Sustancias químicas preocupantes: Los efectos tóxicos de aditivos en productos cotidianos plantearon desafíos a largo plazo.
- Financiación: Las naciones en desarrollo demandan apoyo para implementar cambios estructurales.
El desacuerdo resultó en un impasse, postergando las decisiones clave para una futura ronda de negociaciones, denominada INC 5.2.
Las Raíces del Conflicto
Arabia Saudita y otros grandes productores de petroquímicos frenaron avances sustanciales, utilizando tácticas de dilación que exacerbaron las tensiones. La falta de consenso amenaza con perpetuar una crisis que no conoce fronteras.
El delegado de Senegal, Cheikh Ndiaye Sylla, calificó como un “gran error” la exclusión del voto durante las negociaciones. “Cada día perdido es un agravio contra la humanidad,” enfatizó Juan Carlos Monterrey Gómez, representante de Panamá.
Un Camino Hacia la Esperanza
Pese a los reveses, la ciencia ofrece una hoja de ruta alentadora. Estudios recientes sugieren que el volumen global de residuos plásticos mal gestionados podría reducirse en un 90% para 2050 mediante políticas ambiciosas y colaborativas.
El tratado propuesto no solo busca frenar el uso de plásticos de un solo uso, sino también incentivar materiales alternativos y garantizar tecnologías accesibles para los países más vulnerables.
Pese al estancamiento, hay señales de esperanza. La presión pública y política está aumentando, y el respaldo de más de 170 países y 600 organizaciones observadoras en Busan demuestra que la urgencia es ampliamente compartida. Inger Andersen lo expresó con claridad: “Ni una sola persona quiere partículas de plástico en su cuerpo o en el de sus bebés por nacer. Este es el momento de la verdad”.
La demora en las negociaciones subraya la complejidad del problema, pero también resalta la necesidad de un compromiso global. Un reciente estudio publicado en Science sugiere que el volumen global de residuos plásticos mal gestionados podría reducirse en un 90% para 2050 si se implementan políticas ambiciosas que incluyan la eliminación progresiva de plásticos de un solo uso y la adopción de economías circulares.
Cada día de retraso intensifica una crisis que ya está afectando la salud humana y ambiental. Al reanudarse las negociaciones, el mundo observará con expectativa, confiando en que los líderes globales puedan trascender sus diferencias y construir un futuro más sostenible.
Un Llamado Urgente
El fracaso en Busan subraya la complejidad de abordar una crisis global sin precedentes. No obstante, los líderes mundiales tienen en sus manos la oportunidad de transformar esta urgencia en acción concreta.
“La humanidad no puede permitirse más demoras. La historia juzgará nuestra capacidad para actuar con valentía,” concluyó Andersen.
La próxima reunión INC 5.2 será un momento decisivo. Si el compromiso global prevalece, podríamos estar ante uno de los acuerdos ambientales más significativos desde el Acuerdo de París. Mientras tanto, el plástico sigue acumulándose, esperando que la humanidad finalmente encuentre la voluntad de cerrar este capítulo tóxico.
DATOS
- La producción de plásticos se duplicó entre 2000 y 2019, alcanzando los 460 millones de toneladas.
- En 2021, la producción de plásticos aumentó a 390,7 millones de toneladas.
- El 50% del plástico que se produce hoy en día es de "un solo uso".
- Solo el 9% de los residuos plásticos generados en el mundo se recicla.
- Cada año, se vierten una media de 8 millones de toneladas de plástico a los océanos.
- Los plásticos representan el 3,4% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
- Los desechos plásticos tardan más de 500 años en degradarse.
- La contaminación por plásticos asfixia a la fauna marina, deteriora el suelo, envenena las aguas subterráneas y puede causar graves consecuencias para la salud humana.
Progresos y obstáculos en las negociaciones
La reunión en Busan debía marcar un hito final en las conversaciones, pero las profundas divisiones entre los países participantes llevaron a la postergación de decisiones clave. Mientras más de 100 naciones, lideradas por Panamá, abogan por limitar drásticamente la producción de plástico, un reducido grupo de productores de petroquímicos, entre ellos Arabia Saudita, insiste en centrarse únicamente en la gestión de residuos, rechazando los topes de producción.
Este desacuerdo se refleja en el documento preliminar presentado por el presidente de las negociaciones, Luis Vayas Valdivieso, que sigue plagado de opciones divergentes. Los puntos más controvertidos incluyen no solo los límites de producción, sino también la regulación de sustancias químicas preocupantes y los mecanismos de financiación para que los países en desarrollo puedan implementar el tratado.
La urgencia de un cambio sistémico
El Secretario General de la ONU, António Guterres, ha insistido en que el tratado debe ser ambicioso, creíble y justo. Esto implica abordar todo el ciclo de vida del plástico: desde la reducción de los plásticos de un solo uso hasta el fomento de materiales alternativos. Además, debe garantizar que las comunidades vulnerables, como los recicladores que dependen económicamente de la recolección de plásticos, no sean excluidas.
La directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, enfatizó que los plásticos no solo afectan los ecosistemas, sino que también contribuyen al cambio climático, dado que su producción y descomposición generan cantidades significativas de gases de efecto invernadero.
Un futuro en juego
La contaminación por plásticos no solo es un desafío ambiental, sino un problema profundamente humano. Resolverlo requiere colaboración, innovación y una firme voluntad política. Como recordó el presidente surcoreano Yoon Suk Yeol, “abrir un nuevo capítulo histórico depende de nuestra solidaridad y sentido de responsabilidad hacia las generaciones futuras”.