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Negro como el áspero corazón de tu ex

A mediados de los setenta, Glasgow era una de las más peligrosas y sórdidas capitales europeas, nada que ver con la ciudad agradable, cuidada y risueña que hoy acoge al viajero.

  1. Glasgow

A mediados de los setenta del siglo pasado Glasgow era una de las más peligrosas y sórdidas capitales europeas, nada que ver con la ciudad agradable, cuidada y risueña que hoy acoge al viajero. La inseguridad urbana, consecuencia de la brutal crisis industrial y de las luchas entre gangs por marcar el territorio y delimitar las respectivas fronteras del lucrativo negocio de la droga, convertía muchos de sus barrios, como el célebre Possilpark, al norte del río Clyde, en lo que entonces se llamaban no-go areas, zonas que era aconsejable no frecuentar por la noche. Aquel Glasgow de los setenta, del que ya quedan muy pocos vestigios, es el ambiente escogido por Alan Parks como escenario de su muy recomendable novela Bobby March vivirá para siempre (Tusquets), una excelente muestra de lo que James Ellroy, un fiable connoisseur llamó tartan noir, un marbete que, haciendo referencia a los tradicionales tejidos escoceses, se viene usando para referirse a la “modalidad” de literatura negra a la que se adhieren numerosos escritores autóctonos. Los críticos, que a veces se empeñan en justificar a posteriori las características de lo que han nombrado, sostienen que muchas de esas novelas reflejan el interés de sus autores por las personalidades divididas, por las paradojas de la realidad y la apariencia, por los personajes bipolares, como si quisieran rendir homenaje a la obra maestra de la literatura nacional del gótico tardío: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1886), de Robert Louis Stevenson. Entre los novelistas que practican el llamado tartan noir podemos considerar, entre otros traducidos al castellano, a Ian Rankin (especialmente por su serie del inspector Rebus, publicada por RBA), que sitúa muchas de sus novelas en Edimburgo; a William McIlvanney, del que no me canso de recomendar su antigua novela Laidlaw (RBA); a Val McDermid, una prolífica escritora de la que RBA ha publicado algunas novelas (entre ellas la tremenda Bajo la mano sangrienta, protagonizada por el conflictivo dúo de sabuesos Tony Hill, un psicólogo con desajustes sexuales, y la inspectora Carol Jordan); o a los aquí menos conocidos Denise Mina, Stuart McBride o Lin Anderson. Bobby March vivirá para siempre, tercera novela de Alan Parks, está protagonizada por el escasamente ortodoxo agente McCoy, un tipo atormentado que le da de vez en cuando a la coca y es una esponja para el whisky. En esta ocasión, McCoy se las tiene que ver con un guitarrista de rock muerto de sobredosis, con una chica de 13 años desaparecida y un encarguito con tintes políticos de su anterior jefe, que quiere que encuentre sin que se note a una sobrina que parece preferir el submundo de la ciudad a su confortable y convencional hogar. Todo ello en un Glasgow siniestro, deteriorado hasta la ruina y en plena ola de calor de julio de 1973, al tiempo que intenta sortear las trampas y humillaciones a las que le somete su actual jefe, un auténtico hijoputa. Estupendos personajes bien matizados y abundante color local de época. Buena traducción de Juan Trejo, que ha sorteado como ha podido el endiablado slang que se escupía en los barrios bajos de la ciudad hace medio siglo.

  1. Quién es quién

En una época en la que la narratividad, tal como la entendieron a finales de siglo Greimas y sus seguidores semióticos, parece haberse refugiado mayoritariamente en la novela “negra” y en sus ya casi infinitos avatares, resultan útiles los libros de referencia que establecen su marco y la posible nómina de sus protagonistas. Sin embargo, como cada día surgen nuevos novelistas que se reclaman de la novela negra, esas guías o vademécums tienden a envejecer rápidamente. Es lo que ha sucedido, por ejemplo, con el canónico The Oxford Companion to Crime & Mistery Writing, editado por Rosemary Herbert, que hoy parece una pieza de arqueología literaria. Otros resultan insuficientes (como la Anatomía del crimen, de Mariano Sánchez Soler, en Reino de Cordelia) o muy limitados, como la Guía de la novela negra (Errata Naturae), del pseudónimo Héctor Malverde (un probable homenaje al “santo” patrón de los narcos mexicanos, Jesús Malverde). En esa última línea de guías más bien personales y subjetivas, Salamandra, que cuenta con uno de los mejores catálogos de novela negra (concienzudamente edificado por Anik Lapointe, que venía de la mejor época de RBA), acaba de publicar el Diccionario apasionado de la novela negra, de Pierre Lemaitre (traducción de J. A. Soriano Marco), uno de los autores franceses más leídos y traducidos en la última década. Se trata de un diccionario personalísimo: no se busque en él investigación crítica ni erudita, sino la pasión de militante, puesto que no constituye tanto una guía de autores “negros” como una “instantánea” de los gustos de Lemaitre en un momento determinado. Es, sobre todo, un libro de autor sobre los autores, escenarios, modalidades y transformaciones del más imperialista de los géneros literarios actuales. Faltan pocos de los más grandes —aunque cada cual tiene su opinión acerca de quienes lo sean—, se rescatan a algunos olvidados o dejados de lado, como mi admiradísimo William Irish (Cornell Woolrich), se incluyen obras que no siempre aparecen relacionadas con lo “negro”, como el estupendo Santuario, de William Faulkner, se recensiona a muchas autoras, se incluyen (sin que el título lo advierta) series de televisión que nos gustan (Colombo, Breaking Bad, The Wire) y, sobre todo, su autor no puede evitar que se note quién le gusta más y quién menos, aunque tenga que incluirlo. Un libro que puede leerse como guía, o de la primera a la última. Ameno, culto, sugerente, descubridor. No sé a qué esperan, insaciables amantes del noir.

Fuente: El País

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