París, la ciudad de la luz, volvió a ser escenario de un episodio donde moda, memoria y controversia se entrelazan. Meghan Markle, la duquesa de Sussex, sorprendió al reaparecer inesperadamente en la Semana de la Moda de París, convirtiéndose en una de las figuras más comentadas del exclusivo desfile de Balenciaga, dirigido ahora por Pierpaolo Piccioli. Pero lo que comenzó como un regreso triunfal al circuito de la alta costura terminó derivando en una intensa polémica, luego de que la esposa del príncipe Harry compartiera en redes sociales un gesto que muchos interpretaron como un homenaje —y otros como una imprudencia— hacia Lady Di.
Vestida con un refinado conjunto blanco de seda y capa estructurada, Meghan acaparó todas las miradas en el “front row” parisino junto a Anna Wintour, Anne Hathaway y Rosie Huntington-Whiteley. Su elegancia, discreta pero contundente, confirmaba su dominio del lenguaje de la moda contemporánea: sobria, segura y con una narrativa personal siempre en construcción. Sin embargo, las luces del desfile pronto se vieron eclipsadas por un detalle fuera de la pasarela.
En su cuenta de Instagram, la duquesa publicó un breve video que resumía su estancia en la capital francesa: su llegada al aeropuerto, momentos de maquillaje y peinado, y un recorrido por algunos de los lugares más icónicos de París. Pero una toma en particular captó la atención del público: una panorámica desde el coche cruzando el Puente del Alma, el mismo lugar donde Diana de Gales perdió la vida en 1997.
El fragmento, breve y aparentemente inocente, bastó para desatar un debate global. Para algunos, se trató de un homenaje sutil a la princesa que inspiró a toda una generación; para otros, un gesto insensible y mal calculado. “No entiendo qué estaba pensando. Ningún asesor recomendaría jamás hacer algo tan extraño”, declaró el comentarista real Richard Fitzwilliams al Daily Mail, reflejando el tono crítico de buena parte de la prensa británica.
Más allá del escándalo, la simbología detrás del video es innegable. El Puente del Alma es un punto de peregrinación para los admiradores de Lady Di, donde aún se depositan flores y mensajes en su memoria. A pocos metros se erige la Llama de la Libertad, monumento que muchos asocian con el espíritu libre de la princesa. Que Meghan incluyera este lugar en su video, sin explicaciones ni contexto, fue suficiente para que la prensa interpretara el gesto como un intento de reivindicar la figura de su suegra o, incluso, de apropiarse de su legado emocional.
Desde su matrimonio con el príncipe Harry, Meghan ha sido comparada —a menudo injustamente— con Diana de Gales. Ambas mujeres desafiaron los protocolos reales y denunciaron el peso de la exposición mediática. Ambas, también, se convirtieron en símbolos de independencia femenina en entornos dominados por la tradición. Sin embargo, mientras Diana conquistó al público británico con su vulnerabilidad y cercanía, Meghan ha tenido que enfrentar una narrativa de constante escrutinio, donde cualquier gesto puede ser interpretado como provocación.
Pese a la controversia, su paso por París reafirmó su lugar como ícono global de estilo y estrategia mediática. Su look monocromático, firmado por Balenciaga, reflejó la estética minimalista que define su nueva etapa, lejos de los trajes de Kensington y más próxima a la figura de una empresaria moderna y autónoma. En paralelo, Meghan aprovechó su estancia en la capital francesa para promocionar su marca de estilo de vida, As Ever, que recientemente amplió su línea con productos gourmet y vinos artesanales.
Aunque su regreso a Europa generó entusiasmo entre sus seguidores, el simbolismo del video la volvió a colocar en el centro de la crítica. Mientras algunos la elogian por mantener viva la memoria de Diana, otros consideran que su gesto reabrió heridas que nunca cicatrizaron del todo. Lo cierto es que Meghan Markle volvió a demostrar que cada una de sus apariciones está lejos de ser casualidad: cada paso, cada palabra y cada encuadre parecen diseñados para construir una narrativa personal entre la nostalgia, la elegancia y la provocación.
Entre la devoción y el reproche, Meghan ha vuelto a dominar la conversación global —como solo alguien con su magnetismo puede hacerlo—. París fue el escenario, la moda el pretexto, pero el verdadero protagonista, una vez más, fue el eterno eco de Lady Di.
Fuente Foto: Arnold Jerocki/Getty Images