Hay ingredientes que, por su presencia sutil y carácter distinguido, trascienden modas y cocinas. El espárrago, con su figura esbelta y su inconfundible sabor vegetal, es uno de ellos. Cultivado desde la Antigüedad, alabado por emperadores, chefs y nutricionistas por igual, este tesoro de la tierra celebra su día mundial cada 18 de mayo, recordándonos que la simplicidad, cuando se ejecuta con maestría, puede ser sublime.
Un legado milenario con aroma imperial
Los primeros registros del espárrago datan de hace más de 2,000 años. En el Antiguo Egipto, ya era valorado como un manjar selecto. Los griegos lo consideraban un alimento de los dioses, mientras que los romanos lo veneraban al punto de construir rutas especiales para transportarlo desde los Alpes hasta los banquetes imperiales. Tal era su aprecio que Julio César lo servía en sus festines más exclusivos.
Durante siglos, el espárrago fue un símbolo de lujo reservado a palacios y jardines reales, hasta que el perfeccionamiento de sus cultivos permitió su difusión en cocinas de todo el mundo.
Verde, blanco o morado: una paleta para el paladar
Aunque el más conocido es el espárrago verde, existen otras variedades que enriquecen la experiencia sensorial. El espárrago blanco, cultivado sin exposición al sol, ofrece una textura más tierna y un sabor delicado. El espárrago morado, menos común pero de creciente popularidad, destaca por su dulzura y atractivo visual.
Cualquiera sea la variedad, todos comparten virtudes nutritivas excepcionales: ricos en fibra, antioxidantes, ácido fólico y vitamina K, son un verdadero regalo de la naturaleza para el bienestar digestivo, cardiovascular y cerebral.
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La elegancia de lo sencillo
Pocas verduras logran tanta sofisticación con tan poca intervención. Un espárrago ligeramente blanqueado, rociado con aceite de oliva virgen extra y sal en escamas, es una oda al minimalismo gastronómico. Pero también puede ser el protagonista de platos más elaborados: risottos primaverales, ensaladas tibias con huevo poché, cremas aterciopeladas o delicados hojaldres con queso de cabra.
En Francia, se acompaña con holandesa. En Alemania, durante la temporada del Spargelzeit, es tradición servirlo con jamón y papas. En Perú o México, se saltea con ajos y chiles, mientras que en Japón se envuelve en tempura. El espárrago, aunque discreto, tiene vocación de estrella.
Una celebración de temporada
El Día del Espárrago no es una efeméride cualquiera. Coincide con el pico de su temporada primaveral, cuando su frescura y sabor están en su máxima expresión. Es el momento perfecto para visitar mercados locales, apoyar a productores artesanales y redescubrir este vegetal noble que cada año se renueva con la tierra.
Muchos restaurantes de alta cocina ofrecen menús especiales en su honor, destacando el espárrago en preparaciones creativas que combinan tradición y vanguardia.
Una invitación a lo natural
En un mundo acelerado y saturado de artificios, el espárrago nos recuerda el placer de volver a lo esencial. Nos invita a detenernos, a saborear lentamente, a reconectar con los ciclos de la naturaleza. Y en ese acto simple —cortar un espárrago, cocinarlo con respeto, disfrutarlo con gratitud— reside una forma sutil pero poderosa de bienestar.
Este 18 de mayo, celebremos al espárrago como se merece: con admiración, con curiosidad, y sobre todo, con el apetito abierto a su elegancia discreta.
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